leproso

Por: Rubén Cedeño

Assisi, 11-6-2006

En la puerta de la iglesia de Rivotorto se encuentra una hermosa escultura de Francesco con un leproso. Hay personas que dicen abrazar un sendero espiritual y, debido a esto, se comienzan a cuidar de supuestas vibraciones bajas, y no quieren que los toque la gente, rozarse con enfermos, tratar a gente negativa. Otros dicen que cada vez que ven a un fulano, les corre un escalofrío negativo por el cuerpo, y que por eso no lo tratan, interpretando esto como presentimiento de que es una mala relación. Todo esto es anticrístico, orgullo y creerse superior a los demás. Los que lo hacen están peor que las personas a las que rechazan.

Francisco, para doblegar su ego y evitar el rechazo a la gente, visitaba frecuentemente a los leprosos y enfermos en los hospitales, que son negativos, depresivos, asqueantes, y necesitan de ayuda física y espiritual.

Francisco venía en su caballo cuando vio al primer leproso, y tiró de sus riendas, dando la vuelta; pero luego recapacitó, regresó, abrazó y besó al leproso, y se puso a sanarle las heridas. Al principio, cuando comenzó a auxiliar a los leprosos, le daba rechazo, estupor, asco, vomitaba y hasta se desmayaba. Por eso, para realmente ser espirituales, necesitamos practicar estas cuatro actividades: enseñar, pedir perdón, visitar las cárceles y los hospitales.

Así nos pasa a nosotros con esa gente que nos escupe su odio; que cree rechazamos, robamos, vejamos, y al principio nos produce rechazo. Accionemos con ellos el Fuego Violeta de la Misericordia; perdonemos y acudamos en su ayuda, enseñándoles las “Siete Leyes Universales”, diciéndoles que todo eso negativo que hacen se les va a devolver, volviéndoles la vida insufrible. Enseñémosles a usar el Fuego Sagrado Violeta, para que no sigan creando karma negativo; despertémosles el Cristo.

Cuando visitamos cárceles y hospitales, y tratamos con ladrones, asesinos y moribundos, se nos quita ese orgullo espiritual de no tratar gente supuestamente con vibraciones bajas. Todos nuestros Maestros tratan con vibraciones bajas; nosotros somos los primeros con bajas vibraciones a los que los Maestros Ascendidos tratan, y si rechazamos a los que consideramos de bajas vibraciones, por Ley de Correspondencia y por Ley de Causa y Efecto, los Maestros Ascendidos nos rechazaran a nosotros también.

Una madrugada en que Francesco dormía, vio a un leproso, se levantó, lo auxilió y lo acompañó en su camino; mientras iba amaneciendo, se dio cuenta de que ese leproso era el Maestro Jesús en persona.

Las tumbas de San Francisco y Santa Clara, San Damiano y la Porciúncula, viven llenas de devotos, peregrinos, turistas, sacerdotes y monjas.

Cuando uno llega al lugar donde Francisco se encontró con el primer leproso y donde estaba el leprocomio, no hay gente; sólo está la majestad y grandiosidad de un alma que se dedica a curar a la humanidad de sus errores. Aquí estoy atendiendo leprosos pobres, faltos de buena voluntad, ignorantes, llenos de odio, feos, enfermos, carentes y llenos de rencor, que son nuestro deber socorrer, enseñándoles la práctica de los Siete Rayos.

El leproso no clínico, sino interno, es aquel que además de pobre está dañado en sus vehículos internos y tiene pústulas purulentas inmensamente dañinas; es como el que engaña a una mujer, queriendo hacerla su pareja para encubrir las dudas que se puedan tener sobre su hombría; el que escribe o va a nuestras actividades criticándonos, condenándonos, destilando el pus de su odio; es el que se roba nuestros escritos y les pone su nombre para figurar, dando clases como muy originales; el que afirma rechazarnos, pero sin decir nada, da lo que le hemos enseñado como si fuese original de él; los hombres que se creen machos, moralistas, y por esto consideran inferiores a los “homosexuales” y a las “prostitutas”, se burlan de ellos a hurtadillas y usan las palabras “maricón” o “puta” para incriminarlos, acusarlos, humillarlos. Ellos necesitan ayuda. A ellos debemos socorrerlos, darles amor, perdón y enseñarles, sanando sus heridas de falta de amor y caridad con los demás. Esa es una de las causas angulares para que sigamos tratando “Asuntos del Alma”, sanado leprosos.