Con un Santo de Vecino “Fray Leopoldo De Alpandeire”
Rubén Cedeño
Granada 29.9.2014
Son muchas las partes en que paro en el mundo dando charlas de Metafisica, pero nunca me había tocado tener un santo de vecino. Resulta que para poder pasar el tiempo que corresponde dando los cursos en España, la “Divina Providencia” por medio de una estudiante del “Grupo Metafísico de Granada”, precipito un piso para estos fines. Justamente al lado en la misma manzana, tengo un convento capuchino y una iglesia de mi mas completo agrado, con las imágenes de mi preferencia. Hay una Inmaculada de Alonso Cano, de unas dimensiones y belleza inenarrable, que representa la mas excelsa pureza que uno debe tener. Hay un San Francisco descolgando de la Cruz a Jesús que me apasiona y nos invita a la compasión que debemos tener con los demás. También hay una Divina Pastora de belleza alucinante que nos induce a seguir pastoreando. Estas imágenes me dicen mucho a nivel del Alma, alicientes que necesito como combustible para seguir adelante en el trabajo espiritual que Dios me permite tratar de hacer. Pero eso no es todo, es que en la cripta de la iglesia esta el cuerpo de Fray Leopoldo de Alpandeire, todo un beato en camino a la santificación. Por aquello del principio de correspondencia, “como es arriba es abajo”. ¿ Por qué me toco Fray Leopoldo de vecino, qué me tiene que enseñar este capuchino?.
HUMILDAD
A Fray Leopoldo, se le dice de “Alpandeire”, porque era nativo de este pequeñísimo e insignificante pueblo escondido dentro de las serranías de Ronda en Málaga. Fray Leopoldo era en este sentido, igual a su pueblo natal, no se destaco nunca por grandes obras y gestos heroicos, sino por la simplicidad y humildad de vida. Dar tanto y no ser nombrado ni considerado por aquellos a quienes más han recibido de uno, es fuerte, pero es el camino, ellos nos ayudan en el imperceptible sendero de ser “nada”. Me he caracterizado por escribir notas sobre los santos de “virtudes heroicas”, que son los que me apasionan, pero recientemente me está tocando narrar la vida de dos que son lo contrario, la primera fue Santa Teresita de Lisieux y ahora Fray Leopoldo. ¿Acaso hay que reflexionar y desenvolver la virtud de ser nada, ser silenciosamente como dice el Magnifica, “ He aquí la esclava del Señor” ?
LA ALFORJA
Fray Leopoldo era un modestísimo fraile limosnero, que salía a pedir por las calles de Granada y así como recibía, daba a los enfermos, y menesterosos. Andaba con una alforja de tela marrón terciada al hombro, cargada de todo lo que recibía y daba, que hoy en día se puede ver en un museo que hay a su memoria y que me llama poderosamente la atención. Al percatarme de esta alforja, le dije a Fray Leopoldo: Lo que mas me gusta de ti es tu alforja, porque trato de llevar también una para recibir y ofrecer la enseñanza espiritual por las calles como un mendigo. Fray Leopoldo envolvía a las personas en su sencillez natural y sin posturas, sincero y ecuánime; ingenuo y discreto, porque siempre se ponía en segundo plano, sirviendo anónimamente y reverentemente con humildad, nunca se destaco en nada y pasaba desapercibido donde estaba. Este es un punto que a todos nos cuesta, pero hay que realizarlo, las pruebas de la vida a veces nos llevan a eso y no hay que ofrecer resistencia.
PERDONANDO LAS CALUMNIAS
Con una gran dulzura y mucho perdón, Fray Leopoldo soportaba en silencio cuando la gente lo calumniaba, lo vejaban y le gritaban: “Vagabundo anda a trabajar”. Esto es un gran aprendizaje, ejercitarse en hacer silencio, ser humilde y perdonar cuando a uno lo calumnian, lo acusan como algo malo el estar hablando y escribiendo sobre santos, o lo calumnian a uno de haber hecho cosas que jamás las haría y encima de eso uno no se puede defender. Esto sucede para que uno agache la cabeza y se percate de la única realidad, que estos cuerpos inferiores de uno son “nada”.
SANGRANDO LOS PIES
Fray Leopoldo vestía el habito marrón capuchino y calzaba unas sandalias que apenas eran una sola suela, que en invierno no lo protegían del frio y se le cuarteaban los pies, saliéndole sangre. ¿Es que acaso hay que caminar incansablemente hasta sangrar los pies llevando la instrucción de la practica de la Presencia de Dios y sin quejarse?
MILAGROS
No solamente eso, Fray Leopoldo hacia milagros en vida, guardaba dentro de si el secreto de su “Poder Espiritual”, llevando una vida de humildad y oración, de unión con Dios. En una ocasión un joven estaba en un sanatorio, a punto de que se le cortara una pierna, lo que significaba quedar paralitico y arruinado sin poder trabajar. Una de las monjas del sanatorio le hablo a Fray Leopoldo de este caso y este se acercó, habló con el joven y, arrodillándose, oró por el. Al despedirse le dijo: «que la Virgen lo cure». Todavía Fray Leopoldo no había salido del sanatorio cuando el paciente sintió un trepidar en su rodilla y la pierna recobró la movilidad, a los días le dieron de alta sin necesidad de serle amputada la pierna. Cuando Fray Leopoldo supo del caso dijo: “Es que la Virgen lo puede todo”. Es que hay que negarse hasta de lo bueno que se hace, uno es nada.
Mi persona no seria nada sin el ejemplo y la inspiración que dan los Santos y Maestros que he escogido como modelo de vida y que les propongo a los me oyen en las charlas. La personalidad es tan poca cosa y se cree tanto, que “Ellos”, lo Santos y Maestros nos ayudan a recordar los principios divinos de la negación. Por todo esto, desde hace años cuando vine por primera vez a la tumba de Fray Leopoldo, me le tire encima y ahora lo hago a diario, pidiéndole, rogándole, suplicándole que me de, aunque sea un poquito de estas imperceptibles virtudes, que son nada para el mundo y todo para Dios.